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No es lo mismo, pero es igual.

No es lo mismo, pero es igual
Pienso, regreso, estoy, llevo mi pueblo, mi ciudad en la cabeza. Estar de nuevo en casa es más que extraño.
El metro sigue ahí a unos pasos, la señora de la papelería sentada en la banqueta con el pelo casi blanco no me recuerda no sabe quien la saluda, me mira le sonríe a mi hijo, el loco de la cuadra aún se afeita la cara con una hoja verde de un árbol, él un poco gordo con la cara arrugada pero con la misma actitud juguetona, la esquizofrenia se le sale por la boca, brotan las palabras sin sentido.
Las casas se parecen a las que conocía, hay más muros, rejas, caras de niños en cuerpos de adultos inhalando resistol, con sus ojitos brillosos, y su boca quemada. Los chamacos corren, son los hijos de los niños. El cuadro, así le llamamos todos, un cuadro de cemento que alberga unas canchas de básquet que con el tiempo se convirtieron en canchas de fut, en mi barrio el básquet no rifa, unos columpios, un sube y baja y en la esquina la virgencita a la que de alguna manera le pusieron su techo, sus flores y una banca en donde los chavos fuman mariguana, piedra y lo que sea.
En el cuadro hay un árbol que los chamacos han hecho su casa, unas tablas hacen las veces de mesa, puerta y ventanas, todo parece ser lo mismo, pero no es igual.
Mientras estuve en el norte mi ciudad no cambió, mis amigos siguen haciendo lo mismo, nadie engorda, o envejece, todos están donde los dejé. Hoy regresé nada es igual, es algo así como un fantasma de mi ciudad, de mi casa, los niños que dejé ahora son adolescentes, sus caritas de infantes, sus coches los cambiaron por baile tectonic, novias, besos, peinados estilizados, celulares touch.
Mi ciudad no es la misma, hay muchos puentes, en las casas basura separada, mis papás son ancianos, mis hermanas madres, los taxis no son verdes, no es lo mismo, pero es igual.