Texto: Esmeralda Ceballos
Tomado de: http://la-ch.com/index.php?option=com_content&view=article&id=3823:un-teatro-que-no-se-maquila&catid=37:general&Itemid=55
Desde hace muchos años diversos dramaturgos han apostado por el teatro documental; lo hizo Vicente Leñero con sus textos dramáticos - auspiciados por notas periodísticas-, con los que buscaba reflejar la realidad nacional y sus repercusiones. Más tarde, Rascón Banda lo utilizaría también como recurso en algunas de sus obras, y en últimas fechas Humberto Robles con Mujeres de arena, que trata el tema de las muertas de Juárez.
Y es porque el teatro documental ha funcionado como una forma de establecer una diferencia entre el teatro de autores universales y las problemáticas que la sociedad vive en momentos determinados. Hacerlo no es fácil, pues los recursos de los que se vale, en ocasiones, pueden ser no bien acogidos por el público; sin embargo, su finalidad es confrontar al público con su realidad inmediata y los problemas que les conciernen, y que por comodidad social, prefieren disimularlos como se esconde la basura detrás de la puerta. En Tijuana, desde hace tiempo se abandonó un poco este discurso teatral, Jorge Andrés Fernández, reconocido director de teatro, bajo el método de rompimiento brechtiano, lo acostumbraba, si no en todas sus obras, sí en varios de sus montajes.
En estos momentos el grupo de teatro Taltecan apuesta por su visión del mundo y lo plasma en el unipersonal Maquila, dirigido por Inés Castillo, donde hace una denuncia de las contrariedades y maltrato al que se enfrentan las mujeres que trabajan en las maquiladoras; aunque es un trabajo muy limpio, en ocasiones cae en las repeticiones, y una de las maravillas de la dramaturgia es que el teatro no es repetitivo. Si bien uno de los objetivos del teatro documental es generar una reflexión en los espectadores, no debe olvidar que el texto es primordial para comunicar lo que se desea, de lo contrario se convierte en una denuncia hecha a medias, una objetividad no utilizada, porque aunque el manejo de la técnica documental es un gran inicio, en Maquila la dramaturgia falla, ya que en varios momentos se convierte en narraturgia y no en un diálogo que progresa, no en un hecho teatral, en varias ocasiones la ausencia se queda en la ausencia.
El tratamiento de los elementos como signo y significante, son un acierto en el montaje, como también el rompimiento de la cuarta pared. Maquila es una propuesta con un propósito muy claro: invitar al espectador a que medite sobre la situación que se vive dentro de una empresa maquiladora. El trabajo de la actriz Mariana Chávez, quien también es autora del texto, es sostenido por una actuación precisa y muy bien pensada, lo que demuestra su calidad actoral. A pesar de que es un trabajo en el que se han dejado de lado varios detalles, se podría decir que cumple con su cometido: logra que el espectador se ahogue en su propia reflexión que se antoja una espiral infinita, y conozca de cerca lo que vive las mujeres que trabajan en las maquiladoras con un horario de ocho horas, y un sueldo que apenas les alcanza para sobrevivir. En pocas palabras: lo que busca Maquila, no es lograr el simulacro del teatro, sino generar una consciencia colectiva, aunque debería replantearse la dramaturgia para lograr una propuesta más completa, pues Maquila es un buen intento, pero inacabado. La iluminación cumple su función sin pretensiones: dar luz a la actriz, pero nada más.
Ver Maquila es una invitación a reconocer la sociedad en la que estamos viviendo, y sobre todo, a reconocernos.
Estimado lector que gusta del teatro, lo que usted lee es una mera percepción de quien esto escribe, lo invito a que reflexione y vea por usted mismo lo que sucede en el mundo de las maquiladoras.
La obra se encuentra en cartelera.
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